Mauricio Kartun es un reconocido dramaturgo y director argentino. Desde su debut en 1973, ha escrito cerca de 30 obras, entre originales y adaptaciones. Sus montajes han recibido los premios más importantes en Argentina, como el Primer Premio Nacional de Literatura Dramática.
En el #SANTIAGOAMIL2017, el argentino ofrece al público chileno su obra TERRENAL; recordemos que esta obra se presentó en Lima el año pasado en el marco del festival SALA DE PARTO.
Como parte de las actividades de formación del LAB ESCÉNICO, Mauricio ofreció una clase maestra dentro de la Escuela de dirección.
- Mauricio, ¿cuál es la diferencia de escribir partiendo de una idea o desde una imagen?
Yo no trabajo sobre ideas; trabajo sobre imágenes que terminan constituyendo ideas. Tampoco es que los artistas estemos peleados con las ideas; todo lo contrario: las ideas en el artista son un resultado...nunca son algo previo.
Creo que los artistas somos pensadores en otros soportes. Yo trabajo, entonces, sobre la construcción de relatos en los cuales luego descubro un sentido. El relato es una manera de pensar; por eso, existe en el mundo aquello que se llama inteligencia narrativa. Y precisamente esta inteligencia es la capacidad que siempre ha tenido el mundo de explicarse a través de relatos.
- En clase mencionaste un estado de fluidez o 'estado alfa'. ¿En qué consiste esto para ti?
La única manera de poder acceder a algo que uno no conoce es producirse un estado no cotidiano. El estado cotidiano es un estado profano; la única manera de llegar a algo que uno no tiene por especulación, por pensamiento, por mecanicidad es producirle al pensamiento un estado sagrado.
Siempre las actividades del ser humano se han dividido en sagrado y profano. Lo profano es este estado de producción y tiene que ver con lo mecánico. Lo sagrado es ese otro estado, el generador.
- ¿Y cómo se entra a este 'estado sagrado'?
- El éxtasis, para el artista, es un estado vulgar y cotidiano.Yo lo llamo fluir acrítico. Los artistas estamos continuamente en este estado: lo tenemos naturalizado. Por eso, visto desde afuera, el artista tiene siempre algo de loco. ¡Por supuesto! Yo, por ejemplo, me compré un sillón en el que puedo estar cuatro horas sin moverme. Eso es todo: tratar de encontrar un lugar donde llegar al éxtasis. Yo me pongo en 'modo loco' buena parte del día. Por supuesto, después suena el timbre y vienen a cobrarte las cuentas de tu departamento, entonces sales y estás nuevamente en estado profano. Luego volvés, te instalás y regresás al éxtasis.
- Por otro lado, ¿crees que es el artista un agente político?
- A mí me parece que el trabajo del artista es siempre un trabajo que opina políticamente. No necesariamente porque dicen algo político en las obras, sino porque el propio hacer artístico es una opinión política antisistema. El propio hecho de hacer arte es un manifiesto, en la medida que se lo tome como tal. Lo que sucede es que el sistema ha sido suficientemente inteligente como para también dominar al arte y transformarlo en algo profano.
- Pero, Argentina experimentó durante años un teatro explícitamente político, ¿no es así? Me refiero a "Teatro abierto".
- Teatro abierto, como todas las construcciones sociales, tiene algo de azaroso. No se pensó como un acto revolucionario; quería ser, en realidad, una reivindicación del autor nacional. Lo que sucede es que el nivel de opinión política era tan fuerte que los servicios de inteligencia hicieron lo peor que podían hacer: quemar el Teatro del Picadero. ¿Qué hicieron verdaderamente? Crearon una bandera. Hubo una reacción muy fuerte y Teatro abierto se volvió emblemático, pero no quería serlo: fue un azar. Sin embargo, sí creo que el arte es un movimiento contra-cultural que podría salvar al mundo.
- ¿Cómo se contrasta esto con que el arte sea considerado como una actividad no primaria?
Yo creo que es absolutamente claro por qué el hombre a través de los siglos sigue necesitando del arte: nosotros nos pensamos en relatos. El teatro es solo una forma de construcción de relato; hay muchas otras.
Nos podrán recriminar: “Con todos los problemas sociales que hay (hambre, guerra…) ¿Ustedes se atreven a exigir un presupuesto para actividad artística?”.
¡Claro que sí!
El arte es la respiración de los pueblos: un pueblo no puede vivir sin arte -no necesariamente el arte que hacemos nosotros-.
Pero, si alguien piensa que el sistema tiene razón (y lo que nosotros hacemos es absolutamente secundario) mejor sería que estudie medicina y se olvide de hacer teatro.
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