Como parte de su programa de impulso a la producción artística de egresados, la Ensad nos presenta La piedra, una reflexión sobre la experiencia de vivir.
Uno y Dos están atrapados en un mundo donde la paz es absoluta: el primero -el carroñero- se ha resignado a la extinción por falta de guerras y muerte; el segundo -el roedor- quiere defender la naturaleza violenta de la vida y morir de modo trascendental. Es así que el ratón llega al nido del ave: a entregarse como alimento. Pero, cuando Dos llega es demasiado tarde, Uno ya ha aprendido a vivir sin violencia. A partir de esta situación los personajes entran en reiteradas y prolongadas discusiones sobre cuál es el rol de sus existencias.
En esta situación absurda se genera el diálogo entre dos opuestos: la lucha y la resignación, la abundancia y la escasez, el joven y el viejo, el ratón y el ave, la vida y la muerte. Dos y Uno. La “piedra” es para ellos la lápida, el obstáculo, el peso que los hunde, pero también el lugar que habitan.
La circunstancia que propone la obra es un curioso giro al paradigma actual. En nuestro mundo, la ultraviolencia y la caída de las utopías ha estimulado el desarrollo de posturas escépticas y la toma de conciencia sobre el potencial absurdo de la existencia misma. Sin embargo, paradójicamente, en el mundo de La piedra, el alcance global de la paz desencadena en los personajes estas mismas angustias existenciales.
La obra comparte interesantes consideraciones sobre el destino de los seres vivos, así como observaciones sobre la guerra y la paz. La incapacidad de los personajes para encontrar un punto de consenso acorrala al espectador a escuchar una y otra vez los mismos argumentos y las mismas discusiones existencialistas. Esta estructura cíclica, repetitiva y contemplativa hace que la puesta en escena se perciba lenta y dilatada. Sin embargo, acaso fuera esa la intención del montaje: negarle al espectador la comodidad de consumir una ficción inmediata y digerible. Ofrecerle más bien, la oportunidad de regresar otra vez y otra vez y otra vez (y una vez más) sobre la misma incómoda idea.
Este ciclo finalmente concluye cuando Uno, el ave, logra escapar del vacío nihilista que lo tenía preso. “Si después de las alas de los pájaros, no sobrevive el pájaro parado”, dice el conocido poema de Vallejo al que la obra hace referencia. En La Piedra, Una breve historia de comensalismo el pájaro parado sí sobrevive. El final logra sugerir la necesidad de huir del estado contemplativo en que los dilemas existenciales pueden sumergir al individuo; finalmente, la violencia cumple un rol en nosotros y nosotros tenemos un rol en el ecosistema.
El montaje apuesta por métodos de actuación no realistas que permitirían al espectador distanciarse de la ficción y sumergirse en la meditación que el texto propone. Sin embargo, la falta de unidad entre las dos actrices puede volver a la experiencia teatral agotadora. Por un lado, tenemos a una Rebeca Ráez (Uno) rica en expresión exacerbada: no se cansa de constatar a nivel de construcción física que su personaje es un ave vieja. Tenemos también a Liz Navarro (Dos) cuyo gesto, si bien no es realista, queda tímido al lado del de su compañera y cuyo personaje (animal) no termina de ser comprendido a nivel físico.
Continuando con las debilidades de este montaje, la “cabaña” de la Ensad significa un problema mayor en cuanto a espacio escénico en tanto que no consigue reunir las adecuadas condiciones para que el acontecimiento teatral se desarrolle sin inconvenientes. En más de cinco ocasiones la puesta en escena se vio interrumpida por ruidos ajenos al espacio de representación.
Si bien la interrogante que plantea la obra es pertinente en estos momentos violentos y entumecedores, la ejecución puede cansar al espectador por hacer uso de la incomodidad como herramienta para la disuasión. De ese modo, la puesta en escena puede entorpecer las intenciones originales del texto al no lograr sostener durante tanto tiempo una pregunta repetida. La piedra, toma ese riesgo y coloca al espectador ante la irritante cuestión de la existencia: le obliga a formular alguna opinión.
- FICHA TÉCNICA
Dramaturgia: Christian Saldívar.
Dirección: Fiorella Díaz.
Asistente de dirección: Natalia Palacios.
Accionan: Rebeca Ráez y Liz Navarro.
Diseño de arte y Diseño escenográfico: Pepe Sialer.
Diseño de iluminación: Mario Ráez.
Diseño y realización de vestuario: Florencia Rivas.
Realización de maquillaje: Carla Motalvo.